DIEGO DE ALJARAQUE


Diego guardaba dentro de sí las sensaciones que a lo largo de su vida fue acumulando, ya fueran excesos, o carencias, o sueños: 'eso' inexplicable que todo humano tiene, viva en Nueva York o en una aldea perdida del más lejano país. Hasta que un día le dieron en Onda Bacuta un papel en blanco y lápices de colores. Diego vio en estas herramientas elementales las propias para expresarse y se puso a la tarea de sacarlo todo a la luz como su forma de comunicarse con el resto, cosa que empezó tímidamente hasta que la hizo del todo.

Diego quizás no sepa (me atrevería a decir: tampoco hace mucha falta saberlo) que de unas circunstancias tan sencillas como las que se han dicho nació el Arte de todos los tiempos. Arte que, en ocasiones, es convertido por los mercaderes en puro tongo, en trampa, en trueque económico, simplemente, porque lo que encierra cada obra parece ya lo de menos. Lo que se viene a valorar tantas veces es el nombre, la marca comercial.

Diego anda ausente de estos líos porque él hace un Arte puro: un milagro. Sus dibujos son la inocencia que se asoma al papel, el corazón abierto como un libro. Y los pasillos de Onda Bacuta se han convertido en improvisada galería donde él expone su obra perecedera, como cualquier obra, pero con una cualidad que la hace única. Y es que, mientras algunos artistas avanzan (o lo pretenden: incluso lo creen) hacia los llamados movimientos de vanguardia, digamos estilos o influencias que le vienen de acá o de allá, o andan al dictado de los gustos del comprador de turno, Diego retrocede hacia sí mismo a la búsqueda de lo más sagrado del ser humano: su sentimiento. De ahí saca la materia oculta y la plasma en sus dibujos amasada con su visión del mundo. No le apetece, ni tiene por qué ni para qué avanzar hacia ninguna parte porque él está, sin saberlo, en su sitio exacto. Que parece fácil.

Su breve obra es verdad, su verdad desnuda, sin boato ni historias, que tampoco necesita. Y cuando alguien regala la verdad, que es lo que Diego tiene, lo da todo.

© Manuel Garrido Palacios, del blog www.manuelgarridopalacios.blogspot.com