OVÍPAROS EN CUATRO LATAS



Felipe Martínez Hernández descubrió un día la forma exacta en que los pollitos rompen el cascarón para eclosionar del huevo. Debió ser un momento tan profundamente esclarecedor que su vida cambió bruscamente de sentido para siempre. Hoy vive para demostrar su teoría ante la Ciencia, pero esta gran señora no ha hecho más que mostrarle su cara amarga. A pesar de todo, Felipe persevera. Creyente, un día comprendió que un descubrimiento de semejante tamaño no podía haberle sido encomendado por pura casualidad y decidió hacerlo llegar al mundo, “dedicaré a esto hasta mi último aliento”.

La cosa es simple. La cáscara no es picoteada o mordida para eclosionar. En realidad la cáscara está adherida al diamante del pico o al hocico, en el caso de los reptiles. Durante todo el tiempo que dura la incubación, el embrión respira de la burbuja de aire que se encuentra dentro del huevo, hasta que el oxígeno se acaba, momento que viene a coincidir con el final del desarrollo. Entonces, y ante la inminencia de la asfixia, “en los estertores de la muerte, el pollo o el pequeño reptil se debate moviendo bruscamente la cabeza y ocasionando la rotura del cascarón”. Algunos hechos casuales pueden provocar el desprendimiento del cascarón del diamante y ocasionar, en definitiva, la muerte del polluelo. El paso de un avión o algún ruido brusco o vibrante puede ocasionar este desenlace fatal. Es la parte más interesante de su teoría: “imagínese usted la cantidad de pollitos que podríamos salvar si pudiéramos evitarles la exposición a estos ruidos”.

Su teoría demuestra además por qué los dinosaurios se extinguieron en la Tierra. Según el señor Felipe, el mundo no era como es hoy. “Ahora gira de Este a Oeste, pero antes giraba de Este a Oeste y de Sur a Norte, todo a la vez, de modo que el clima era uniforme en toda la superficie del planeta y los dinosaurios vivían en un interminable paraíso tropical”. Una tremenda lluvia de meteoritos cambió este movimiento por el actual de rotación que hoy nos es tan familiar. El frío de las glaciaciones afectó al desarrollo de los huevos, que no pudieron eclosionar “porque no fueron incubados, ya que hacía mucho frío”.

Felipe viste pantalón y camisa negros y se ayuda de un bastón oscuro. Arrastra con él ochenta y un años, es viudo y sufren por él cinco hijos y algunos nietos. Nacido en Ceclavín, Cáceres, aunque considerado natural de Plasencia, donde ha pasado toda su vida. Vive en una finca denominada “Calzoncillo”, que es todo lo que hace constar en su escueta dirección postal.

Su peregrinar le llevó a Madrid, donde visitó la Universidad Complutense, y allí se entrevistó con d. Francisco Bernis Madrazo, el que fue hasta hace poco el más insigne de los científicos estudiosos de los pájaros de España. Las teorías de Felipe fueron menospreciadas por el profesor, que no volvió a recibirlo. Felipe interpretó que los científicos no podían permitir que un hombre sin estudios desprestigiara la ciencia con una teoría bastarda, por muy interesante que esta fuera. Otro estudioso, del que no recuerdo el nombre, llegó a cartearse con Felipe durante un tiempo. Trasladado a los Estados Unidos se supone que recibía las cartas de Felipe a través de unos familiares en España. Un día Felipe llamó a estos para preguntar la causa de la ausencia de respuesta. Le contestaron que el tal científico había obtenido una plaza (el número uno, por cierto) en una Universidad de California. Felipe nos comenta con dolor y convencimiento que la plaza la obtuvo por el apropiamiento de su teoría de los ovíparos.

Felipe ha llegado desde Plasencia conduciendo su destartalado y llamativo Renault cuatro. Popularmente estos coches eran conocidos cuando eran parte habitual del paisaje rutero español como “cuatro latas”. Sobre la oxidada baca luce en posición vertical un enorme huevo blanco, que con unos pocos tornillos reta las leyes de la gravedad y las de la aerodinámica. Las puertas y el techo están llenos de mensajes pintados con pintura, a mano, que intentan hacer llegar su mensaje al transeúnte: “no pido ni vendo nada. Quiero entregar un mensaje a la humanidad”. También promulga: “reto a la ciencia porque está equivocada”. O sentencia: ”ignorado: ¿hasta cuando?”.

También ha conseguido entrevistarse con Jesús Garzón, con un tal Secundino y ha visitado diferentes organismos oficiales e instituciones científicas. Hace unos días vio una entrevista que hacían a Luís García en televisión y decidió venir a conocerlo al Parque Nacional de Doñana para explicarle su teoría. “Estoy seguro de que ese hombre me va a escuchar. Lo supe cuando lo vi cuidando las aves de Doñana, con ese mimo y ese convencimiento”. Han pasado tres días y aún no ha podido hablar con Luís García. Anda apostado con su viejo Renault Cuatro y una buena carga de embutidos del pueblo a la espera de que aterrice de su vuelo el hombre de los pájaros. Ya hace tiempo que ha visitado distintos programas de televisión, pero se siente objeto de burla y no quiere volver. Así se lo hizo sentir Sardá y también José Luis Coll. Finalmente hoy ha decidido volver a Plasencia, después de pasar varios días acechando al tal Luís García. Desde su casa ha vuelto a insistir llamándolo por teléfono y recibiendo sólo excusas y “ahora no puedo atenderle”. Felipe, tras un silencio triste me dice “están endiosados y no son capaces de escuchar durante tres minutos lo que un viejo tiene que decirles. Ni siquiera saben lo que les voy a contar. Antes de que empiece ya han dicho que no”.

Vive Felipe de una exigua pensión de 40.000 pesetas mensuales (lo que ahora son unos 240 euros). En sus viajes carga el viejo Renault Cuatro de fiambres y con eso puede ir tirando. Se acompaña desde hace poco de una cámara de video donde graba aquello que le llama la atención (las masas de gente que visitaban la aldea del Rocío el día que nos encontramos, por ejemplo). Las cintas que graba las entregará a la vuelta a la televisión local de Palencia, para que sus vecinos puedan ver los lugares donde ha estado.

Tiene publicado un pequeño folleto que regala al curioso con las bases de su descubrimiento. Lo ha titulado “Cómo nacen los ovíparos. Lo ignoran los científicos”. Abre su primera página el lector y encuentra un mensaje en el lugar que suele estar reservado a la dedicatoria: “quiero que esto llegue a la Ciencia y a la Cultura. Ayúdenme”.

Pero ¿qué es la Ciencia?¿Dónde reside tamaño ser? Felipe la busca allá donde oye que aparece. Pero la Ciencia, siempre seria y ocupada, escapa a su persecución.

©Héctor Garrido (Texto y fotografías), del blog hectorgarrido2.blogspot.com